
II Domingo del Tiempo Ordinario
Esta semana, escuchamos en el Evangelio del Domingo la lectura de las ‘Bodas de Caná’. Es de esos pasajes que, sólo con nombrarlos, identificamos rápidamente. El día en el que Jesús convierte el agua en vino. Pero ésta, no es más que una anécdota para la cantidad de cosas que suceden.
Comienza fijándote en el simple hecho de que Jesús acompaña a su madre a los lugares a donde Ella tiene que ir. Está invitada a una boda y su Hijo la acompaña. Esto significa, que su Madre era un referente para Él, algo muy importante, porque muchas de las actitudes de María, Jesús las repetirá a lo largo de su vida. Una de ellas es la que puedes ver en este banquete: ‘María está pendiente de las necesidades de las personas’. ¡Ojo!, no acude en auxilio de las personas, porque alguien se lo pide. Ella está pendiente. Observa y acude adonde se la necesita. Fue a visitar a su prima Isabel, porque sabía que la necesitaba. Aquí, observa que los novios se han quedado sin vino y su pensamiento no es de pena, de compasión por tal fatalidad para la pareja en un día tan importante. Ella sabe que no puede hacer nada por sí misma y que la única solución es que sea su Hijo el que intervenga. Una actitud muy de madre. Cuantas veces no te habrá dicho tu madre frases como: “ayuda a esa persona a llevar las bolsas de la compra”, “sujeta la puerta a esa persona que viene por detrás”, “ve a llevar a los vecinos esto que les hace falta”, “acompaña a tu hermano que necesita ayuda con las tareas del colegio”… ¿Y cuál es la reacción de Jesús? La que tenemos muchas veces: “espera un momento”, “ahora voy”, “termino esto y ya”… o, peor aún, lo que respondió Jesús: «¿qué tenemos que ver nosotros? », y que remató con un: «Mi hora no ha llegado todavía».
Cuántas veces pensamos que nuestras cosas son más importantes que las necesidades de las demás personas. Cuántas veces anteponemos nuestro ‘yo’ al ‘tú’, al ‘él’ o ‘ella’, al ‘ellos’…
Imagina la cara que debió poner María, para que a un «Hagan todo lo que él les diga», Jesús pide rápidamente que llenen las tinajas de agua. ¿Eres capaz de imaginarte la cara que pondría tu madre? Vamos, sin titubear, pides llenar las tinajas o ayudas a tu hermano con las tareas, llevas las bolsas de tu vecina y lo que haga falta.
Por eso, para lo que podemos aprender de esta lectura, el milagro de convertir el agua en vino es una anécdota. Una anécdota muy importante, eso sí. Es el comienzo de una serie de milagros, de actos públicos, enseñanzas… que configurarán la ‘hoja de ruta’ de sus años de evangelización y el verdadero ‘manual de comportamiento’ para quienes nos llamamos cristianos, como sus seguidores, los de Cristo.
Ese manual de instrucciones es lo verdaderamente importante. Primer capítulo aprendido hoy: ‘Servicio’.
Luego vendrán el de ‘Entrega’, el de ‘Confianza’, el de ‘Acompañamiento’, el de ‘Empatía’, el de ‘Perdón’…
El que María nos ha enseñado, con su actitud en esta boda, es el de ‘Observar’. Jesús lo aprendió y lo aplicó con la viuda que daba la limosna (Lc 21), con el ciego Bartimeo (Mc 10,46), con la mujer que toca su manto (Mt 9,20)… Los Misioneros del Sagrado Corazón, tenemos bien marcada en nuestro carisma esta actitud: ‘Prestar atención a las necesidades de quienes nos rodean’. Nos la inculcó el P. Julio Chevalier al fundar nuestra congregación.
Además, él era bien conocedor de las maravillas de María y, por eso, nos la dio como modelo. Es más, pensó en Ella como el camino para llegar al corazón de su Hijo y le dio el nombre de Nuestra Señora del Sagrado Corazón.
Aprendamos de Ella todas estas maravillas y pongamos en práctica el ‘manual de comportamiento’ que Jesús configuró a lo largo de su vida. Los milagros son una señal, una llamada de atención de lo que Él es capaz de hacer, pero lo verdaderamente importante es la actitud.