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III Domingo de Cuaresma

Cuantas veces habremos escuchado expresiones como estas: “¿Que habremos hecho para que Dios nos castigue así? o también “Esto es un castigo de Dios”

Jesús en el evangelio de hoy niega esta interpretación, como lo hace también en el capítulo 9 de san Juan, cuando los discípulos le preguntan acerca de un ciego de nacimiento: “¿Quién pecó, él o sus padres, para que esté ciego? “. 

La interpretación de Jesús es muy diferente. Las desgracias no suceden para castigo de los que las padecen, sino para advertencia de quienes las contemplamos. Son una llamada a la conversión. Dándonos tiempo, “déjala todavía este año”, como dice “el que cuidaba la viña (figura de Jesucristo) al que había plantado la higuera” (figura del Padre), como bellamente comenta san Agustín: “un misericordioso que intercede ante el Misericordioso” (san Agustín, sermón 254). Una Cuaresma más, tal vez la última. 

Lo sustancial del “escarmiento” del que habla san Pablo en la segunda lectura, que trae el recuerdo del Exodo, es que no puede el cristiano fiarse de su condición, como si ello bastara para la salvación, sin esforzarse continuamente en llevar una vida que concuerde con la fe profesada.

El evangelio que se proclama este domingo nos señala como culpa principal el estar tan rodeados de medios, otorgados por la bondad de Dios (los cuidados a la higuera), y no aprovecharlos para los demás. (dar frutos).  Demonos cuenta que este texto del evangelio no nos interpela por la comisión de ningún delito, como pondría ser – por ejemplo- el de Pilato. Hoy nos llama la atención por las faltas de omisión, a las que tan poco atención prestamos.

Esta visión del sufrimiento como corrección por parte de Dios, nos remite a la idea de Dios que nos reveló Jesús: un Padre, que porque nos ama, corrige a sus hijos . Eso es lo que significa el nombre que Dios le revela a Moisés en la zarza: YHVH (Yahvéh). El que actúa para nuestro bien, como ya hizo con Israel liderándolo de  Egipto. 

La renovación de las promesas bautismales en la noche de Pascua, fruto de nuestra conversión, viene preparada por este entender la acción de Dios en nuestra vida personal y social en esa clave de corrección o como dice san Pablo en la lectura de hoy de “escarmiento”.

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