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IV Domingo de Pascua

No me parece casualidad o anecdótico que este domingo, el cuarto domingo de Pascua y el conocido como el Domingo del Buen Pastor, sea también la jornada mundial de oración por las vocaciones, y que además uno de los hilos conductores de las lecturas sea la alegría. Fijaos en la última frase de la 1ª lectura y la 1ª del salmo. “Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo” y “Aclamad al Señor, tierra entera, servid al Señor con ALEGRIA. ALEGRIA, ESPÍRITU SANTO Y SERVICIO. Poderosa combinación que refleja 3 elementos esenciales de la respuesta a la llamada, porque eso es toda vocación: una llamada. Porque cuando descubrimos para quien somos, cuando descubrimos nuestra vida en clave de vocación, y respondemos, sentimos ALEGRÍA. Una alegría y paz profundas que van más allá de las circunstancias que nos rodean, porque son una paz fruto de la Pascua, fruto de la presencia del Resucitado en nuestros días. Fruto del ESPÍRITU SANTO. ¿Y una llamada a qué? El qué es lo de menos, lo “de más” es de quién viene la llamada, para quien soy. Y la respuesta a esa pregunta es siempre la misma: PARA DIOS Y PARA LOS DEMÁS. Para Dios porque él es quien llama, el es el Buen Pastor que nos conoce y nos invita a seguirle desde el SERVICIO A LOS DEMÁS. Uno de los lemas de esta parroquia, que también lo era de los colegios que teníamos los Misioneros del Sagrado Corazón tanto en Barcelona como en Pontevedra es SER PARA LOS DEMÁS. Fijaos que el lema no es HACER para los demás. Tampoco es ESTAR para los demás. Sino que el lema es SER para los demás.

Ciertamente podemos sobrevivir, transitando nuestra existencia sin plantearnos cuál es el sentido de nuestra vida, yendo de casa a un trabajo que no nos gusta ni nos llena, pero que nos sirve para llegar a fin de mes, o incluso nos permite vivir bien, y dejar pasar los días entre partidos de futbol, series de Netflix y juegos en el móvil o en el ordenador. Y podemos engañarnos y decir e incluso pensar que somos felices, pero en el fondo todos queremos más, porque todos estamos llamados a más. Estamos llamados para la grandeza, no nos conformemos con la mediocridad Estamos llamados al amor. Estamos llamados por el amor, y como decía San Agustín, el ser humano tiene un agujero en el corazón que solo puede llenar Dios, y todos los intentos de llenarlo con otra cosa harán el agujero más grande. ¿Qué nos pide Dios? ¿A qué nos llama? Hoy, por boca de Pablo y Bernabé, Dios nos exhorta a perseverar, fieles a la gracia de Dios. Nos invita a escuchar su voz y a seguirle. Esa llamada que es para todos, porque es voluntad que todos los hombres se salven, es voluntad de Dios llevar la salvación hasta el confín de la tierra. Pero para poder eso necesita la colaboración de todos, necesita ovejas que asuman el papel de pastor.

Hace unos años vi el documental LA MISA, el beso de Dios, donde explicaban las partes de la Misa, y hay una escena que me quedó grabada y todavía la recuerdo. Cuando el sacerdote comulgaba a continuación salía la imagen de un corderito mamando, alimentándose con la leche de su madre. Y es que los sacerdotes también somos ovejas, también necesitamos del Buen Pastor, que da la vida por todos nosotros. A veces la imagen de la oveja puede tener un sentido negativo, peyorativo. Desde la sociedad se nos pide no ser borregos, pero lo cierto es que son animales más inteligentes de lo que parecen y que solo siguen y atienden a quien conocen, y que saben distinguir la voz de su dueño. ¿Y nosotros? ¿La voz de quien escuchamos? ¿La de Dios, o la del mundo? Yo fui ordenado sacerdote hace poco, soy lo que mucha gente llamaría una vocación tardía. Yo prefiero decir que soy, en todo caso, una respuesta tardía. Porque Dios nunca llama tarde, Dios llama cuando quiere, y los tiempos de Dios son perfectos. Somos nosotros a veces los que nos dejamos seducir por otras voces que nos ofrecen cosas

Autor: P. Jaime Rosique Mardones, msc 

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