Acuérdate,
Nuestra Señora del Sagrado Corazón, de las maravillas
que el Señor hizo en Ti.
Es una gran alegría para nosotros, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, saber que estás ahí, muy cerca, escuchando con benevolencia nuestra plegaria.
Puesto que eres nuestra Madre, Tú conoces nuestras necesidades, incluso antes de exponerlas.
Tú sabes, pues, por qué venimos a rogarte
en el curso de esta novena. (Intención de la novena…)
Llevando como llevamos el peso de nuestras preocupaciones, de nuestros sufrimientos y de nuestras dudas, quizá no tenemos el corazón lo bastante libre como para abrirnos a la Voluntad de Dios.
Por eso nos volvemos hacia Ti, Madre, con una confianza total:
Escucha nuestra plegaria; intercede por nosotros junto a tu Hijo; pero, sobre todo, ayúdanos a compartir los sentimientos de su Corazón y mantennos en su amor.
Nos gusta darte el hermoso título de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, un nombre que evoca todas las maravillas de las que te ha colmado el amor del Señor: Elegida de Dios, llena de gracia, toda Tú eres, desde el primer instante de tu Concepción Inmaculada, un don de amor del Corazón de Dios.
El Señor se ha inclinado con ternura sobre Ti, para que seas, en nuestra noche, una luz de esperanza y de alegría…
Virgen purísima, Madre del Hijo de Dios, Hija predilecta del Padre y Santuario del Espíritu Santo, te proclamamos bienaventurada unidos a todas las generaciones.
Acuérdate de las maravillas que el amor del Señor ha realizado en Ti y, en nombre de este amor, ayúdanos a hacer lo que nos diga Jesús. Amén.
Oración final: Acuérdate
Te ha elegido como Madre…
Acuérdate, Nuestra Señora del Sagrado Corazón:
Las maravillas que en Ti hizo el Señor sólo tenían una finalidad: Preparar tu corazón para acoger al Hijo de Dios.
El Padre te ha amado desde toda la eternidad; te eligió entre todas las mujeres para convertirte en la Esposa del Espíritu Santo y en la Madre de tu Hijo.
Este amor excepcional de Dios te fue revelado el día de la Anunciación.
Acuérdate de aquel instante en el que el Ángel Gabriel vino en nombre del Altísimo a solicitar tu participación en la obra de la salvación.
Volvemos a decirte con él: «Alégrate, llena de gracia, Virgen María, el Señor está contigo».
Humilde esclava del Señor aceptaste que todo se hiciera en Ti según su palabra.
Y en tu seno el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros…
Virgen María, te aclamamos con toda la Iglesia como Madre de Dios, pues el Hijo eterno del Padre quiso nacer de Ti, quiso que su naturaleza humana fuer formada en Ti, quiso que su corazón de hombre fuera carne de tu carne…
Tú has sentido vivir y palpitar junto a tu propio corazón a este Corazón del Hombre-Dios.
Eres la primera que has presentido toda la riqueza del amor de Dios manifestado en Jesucristo, aunque, como nosotros, has tenido que caminar en la oscuridad de la fe.
Acuérdate, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, de los maternales lazos que te unen al Corazón de tu Hijo. Intercede por nosotros ante El, prepara nuestro corazón para acoger su amor y concédenos vivir, como Tú, en la aceptación confiada de su Voluntad. Amén.
Oración final: Acuérdate
… Y te quiso junto a su Cruz.
«Al pie de la Cruz de Jesús estaba su Madre…» Nuestra Señora del Sagrado Corazón, esta frase del Evangelio nos revela el extraordinario misterio de amor que te unía a tu Hijo: Por amor fuiste fiel hasta el final.
Quisiste seguir a Jesús en el camino del Calvario para estar junto a El, cuando, clavado en la Cruz, ofrecía su vida por la salvación del mundo. ¿Quién podría expresar las angustias de tu corazón maternal en aquellos trágicos instantes?
Y, sin embargo,
cuando todo se derrumbaba a tu alrededor, permaneciste firme, Madre admirable, porque en Ti el amor es más fuerte que la muerte; tu fe no vaciló en la noche de la prueba.
Delante del Corazón herido de tu Hijo, te convertiste plenamente en «Nuestra Señora del Sagrado Corazón…».
Dios quiso, por amor también, tu presencia al pie de la Cruz.
Al elegirte por Madre, te llamó igualmente a participar en su obra de salvación.
En verdad, Cristo es el único Mediador y Salvador, y El solo reconcilia al hombre con Dios.
Pero ¿no convenía que, en la nueva creación, la nueva Eva estuviera presente al pie del árbol de la vida, asociada al nuevo Adán, transmitiendo, junto con El, al pueblo de la Nueva Alianza los frutos de la gracia y del perdón?
El Señor te ha elegido para este papel único.
Y esta es la razón de por qué, en aquel solemne momento, te designa como la mujer por excelencia, como la Madre de todos los vivientes: «Mujer, ahí tienes a tu hijo…».
Acuérdate, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, de que te convertiste en nuestra Madre al pie de la Cruz.
Cuando suframos, haz que te sintamos a nuestro lado.
Ayúdanos a mantener la confianza a pesar de todo; ayúdanos a perseverar
fuertes y valientes en la prueba, para que sepamos como Tú «completar en nosotros lo que falta a la Pasión de Cristo, para su Cuerpo», que es la Iglesia. Amén.
Oración final: Acuérdate…
Hoy te hace compartir su gloria y escucha tu súplica…
Tu fidelidad fue recompensada, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, y, a la noche del Calvario, sucedió la luz de la Pascua.
Del mismo modo que fuiste asociada al Cristo sufriente, así estás ahora unida a Él en la alegría y en la gloria.
Jesucristo resucitado quiere, en verdad, comunicar a toda la humanidad la vida gloriosa que en adelante será la suya, pues «el que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también la vida a nuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en nosotros».
Pero, para Ti, María, el Señor no ha esperado a la resurrección final.
Por amor, Él te ha transfigurado en cuerpo y alma, en su luz y en su vida.
Tu gloriosa Asunción es, a la vez, un don de Dios y el fruto de la fidelidad en responder a su amor.
Para todos nosotros,
para el Pueblo de Dios en marcha, Ella es también un maravilloso signo de esperanza.
Si Tú compartes ahora la gloria de tu Hijo, si Tú estás ya cerca de El por toda la eternidad con tu alma, tu cuerpo glorificado, tu corazón maternal, ¿no será para estar al mismo tiempo más cerca de nosotros? ¿No eres para siempre nuestra Madre?
Tú que nos amas, Tú que estás tan íntimamente asociada a Jesús, nuestro único Mediador, intercede por nosotros.
Como escuchó tu petición en Caná, así escucha ahora las súplicas que Tú le presentas en nuestro nombre.
Madre de la Iglesia, Madre de los hombres, Madre nuestra, habla por nosotros al Corazón de tu Hijo, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Oración final: Acuérdate…
Ofrécele nuestras alabanzas y nuestra acción de gracias.
Preséntale nuestras peticiones…
Tu gloriosa Asunción no te ha separado de tus hijos, Nuestra Señora del Sagrado Corazón.
Al contrario, sabemos que ahora estás junto a nosotros para siempre, maternalmente presente y compasiva cada vez que nos volvemos a Dios por medio de la oración.
Por eso, a pesar de nuestras miserias y de nuestras debilidades, podemos apoyamos en Ti con confianza.
Desde las bodas de Caná, desde el Calvario, desde el Cenáculo y ahora junto a Dios, ¿No eres nuestra embajadora cerca de tu Hijo, «para que, apoyados en tu maternal protección, nos unamos más íntimamente al único Mediador y Salvador»?
Por eso te suplicamos, María, Tú que has cantado tan maravillosamente a Dios tu reconocimiento y amor, presenta a tu Hijo Jesús nuestras alabanzas y nuestra acción de gracias.
El Señor ha hecho también en nosotros maravillas, pero apenas sabemos verlas y reconocerlas…
Repítele nuestra alegría de haber sido salvados por El, de ser en El hijos del Padre y templos del Espíritu.
Ofrécele nuestra gratitud por la Fe, el Bautismo, la Eucaristía, y por darnos la maravillosa esperanza de contemplarlo un día contigo eternamente.
Preséntale nuestras peticiones…
Tú sabes las intenciones que llevamos en nuestro corazón.
Tú sabes por qué venimos a rogarte cada día de esta novena…
Nuestra Señora del Sagrado Corazón, Madre que tanto nos amas,
te pedimos ruegues por nosotros al Corazón de tu Hijo, fuente de toda gracia.
Preséntale igualmente las necesidades de todos nuestros hermanos los hombres, y más especialmente de los que se han asociado a nuestra Comunidad de Oración: Te rogamos con ellos y por ellos.
Y a todos nosotros guárdanos en la confianza y en la paz. Amén.
Oración final: Acuérdate…
Haznos vivir como Tú en el amor de tu Hijo para que venga a nosotros su Reino.
Nuestra Señora del Sagrado Corazón, la noche de Jueves Santo, tu Hijo Jesús nos pidió con insistencia que observáramos su mandato: «Amaos unos a otros como Yo os he amado.
En esto conocerán que sois mis discípulos, en que os amáis los unos a los otros.»
Para que nuestra caridad sea auténtica, debemos, pues, amarnos los unos a los otros como Jesús nos ha amado.
En cierto modo, debemos prolongar en el tiempo y en el espacio el Amor mismo del Corazón de Jesús a todos los hombres.
Y esto no será posible si no estamos unidos con todo nuestro ser a Jesucristo,
para vivir de su Amor y hacerle presente a nuestro alrededor.
Por eso, en aquella misma noche del Jueves Santo, nos pide: «Permaneced en mi Amor; si observáis mis mandamientos, permaneceréis en mi Amor, como Yo permanezco en el Amor del Padre observando sus mandamientos».
Tú, que has cumplido siempre tan perfectamente la Voluntad de Dios, Tú, que has vivido tan por entero en el Amor de tu Hijo, ayúdanos a observar sus mandamientos, ayúdanos a permanecer en su Amor para que sepamos, por nuestra parte, amar a nuestros hermanos con un amor total y desinteresado, «como Jesús nos ha amado».
Tenemos muchas cosas que pedirte en esta novena, Madre bondadosa.
Pero ésta es la más importante: Ante todo, transforma nuestro corazón; ayúdanos a vivir en el Amor de tu Hijo como Tú has sabido hacerlo; pon en nosotros los sentimientos que están en el Corazón de Jesús para la gloria del Padre y el servicio de nuestros hermanos…
Haz de nosotros testigos del Amor, para que por fin venga el Reino de Cristo, «Reino de vida y de verdad, Reino de gracia y de santidad, Reino de justicia, de amor y de paz». Amén.
Oración final: Acuérdate…
Conduce a todos los hombres a la fuente de agua viva que brota de su Corazón…
Cuando el pueblo judío, muerto de sed y agotado. Atravesaba el desierto, camino de 1a Tierra Prometida, Dios le dio de beber, ordenando a Moisés que golpeara la roca con su bastón para hacer brotar de ella una fuente de agua viva.
El pueblo de la Nueva Alianza, en marcha hacia la verdadera Tierra Prometida, necesitaba también apagar su sed para continuar su marcha.
Como la samaritana, aspira confusamente a una fuente de agua viva que apagaría su sed para siempre.
Y Jesús accede a este profundo deseo: «Si alguno tiene sed —dice— que venga a Mí; y el que cree en Mí, que beba».
El Evangelista añade en seguida: «Según la palabra de la Escritura: De su seno manarán ríos de agua viva.
Él hablaba del Espíritu que debían recibir los que creen en El».
Nuestra Señora del Sagrado Corazón, Tú has visto con tus ojos la realización de estas palabras: Cuando la lanza del soldado atravesó el costado de tu Hijo y de su Corazón herido manaron sangre y agua, Tú entreviste con San Juan toda la significación de este misterio.
Pues la Roca es Cristo, dice San Pablo: Más allá de la muerte, tu Hijo ha querido, en efecto, abrir su Corazón para apagar nuestra sed para siempre.
Según su promesa, lo que nos da es su Espíritu, fuente que salta hasta la vida eterna; es la gracia, los sacramentos, la Vida de Dios.
Virgen María, nos gusta llamarte Nuestra Señora «del Sagrado Corazón» porque estás muy cerca de esta fuente de agua viva que brota del Corazón de tu Hijo.
Te suplicamos que ruegues por nosotros, pecadores; mira a tus hijos que sufren; a todos los que por el mundo no conocen todavía el Evangelio; a todas las víctimas de la injusticia y del odio.
Condúcelos a tu Hijo, para que todos los hombres, de toda raza, lengua, pueblo y nación vengan a beber con alegría en las fuentes de la salvación. Amén.
Oración final: Acuérdate…
…derramando sobre el mundo la esperanza y la salvación, la justicia y la paz.
Todas las gracias que necesitamos fluyen del Corazón de tu Hijo, y eres Tú, nuestra Madre, la que cuidas con solicitud sobre nosotros para hacemos partícipes de ellas.
Por eso te rogamos con confianza
por nosotros mismos y por todos nuestros hermanos los hombres: En medio de nuestras pruebas, guárdanos de todo desánimo, puesto que, muriendo por nosotros en la Cruz, Jesús nos abrió las puertas de la vida.
Sí, en adelante, tenemos acceso a Dios, tenemos parte en su Espíritu, por el que «podemos decir ya: Abba, Padre». ¡Cuántas veces podría Jesús dirigirnos el mismo reproche que a sus discípulos en medio de la tempestad: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?».
Ayúdanos, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, a conservar en nosotros la fuerza de la esperanza.
Haznos contemplar el Corazón de tu Hijo para que hallemos en El la esperanza, el consuelo, la salvación.
Y por tu plegaria, obtén para nuestro mundo desgarrado por el odio la paz que tu Hijo ha venido a traemos.
No es una paz de bienestar y sin problemas la que te pedimos; no es la paz «como la da el mundo»; es «su Paz», fundamentada en la justicia y en el amor.
Nuestra Señora del Sagrado Corazón, obtennos esta paz prometida al mundo desde la noche de Navidad y que Cristo resucitado comunicó a sus Apóstoles en el Cenáculo.
Haz de nosotros artífices de la paz que se comprometen con generosidad al servicio de la justicia.
Ayúdanos a salir de nosotros mismos, para que contribuyamos a la construcción
de un mundo más justo y más fraternal.
Ten piedad de todas las víctimas de la guerra o de la opresión.
Ayúdanos a hacer triunfar la paz, la reconciliación, la justicia.
Ayúdanos a crecer en el Amor para que por medio de nosotros se extienda el Reino del «Príncipe de la Paz». Amén.
Oración final: Acuérdate…
Mira nuestra confianza, atiende nuestra súplica y muéstrate siempre Madre nuestra. Amén.
Nuestra Señora del Sagrado Corazón, hemos llegado al término de esta novena.
Nuestra confianza en tu bondad y en el poder de tu intercesión no ha cesado de crecer al contemplar tu gracia y tu belleza, el meditar la extraordinaria relación de amor que te une al Corazón de tu Hijo.
Y, aunque no seamos escuchados en el momento y del modo deseado, guardaremos siempre la misma confianza filial: Pues nuestra plegaria nunca es inútil, y Tú sabes mejor que nosotros lo que conviene a nuestro bien espiritual.
Continuaremos rogándote: renovaremos, si es preciso, nuestra novena, pues la perseverancia es el medio más seguro para manifestarte nuestra confianza y profundizar, gracias a Ti, lo que el Señor espera de nosotros.
No obstante, desde ahora estamos ya seguros: Tú nos has escuchado de una u otra manera, pues una Madre no puede permanecer insensible a la llamada de sus hijos, por pecadores e indignos que sean.
Por eso te damos ya las gracias, Virgen poderosa y buena, Nuestra Señora del Sagrado Corazón.
Ya lo ves, Madre amantísima, nuestra confianza descansa en Ti.
Mira a tus hijos una vez más; ellos tienden sus manos hacia Ti.
Escucha sus llamadas; danos la paz, danos el amor de tu Hijo y entonces podremos hacer plenamente la Voluntad del Padre.
Y, si en nuestra vida sobrevienen todavía pruebas, guárdanos en la misma confianza y en la misma paz.
Vela siempre sobre nosotros, para que en la hora de nuestra muerte tengamos la alegría de ser recibidos por Ti junto a tu Hijo.
Hoy, como en nuestros últimos instantes, permanece con nosotros, muéstrate siempre Madre nuestra. Amén.
Oración final: Acuérdate…
"Cuando Jesús fue levantado en la Cruz, nos dio a María como nuestra Madre y puso en su Corazón un inmenso amor por nosotros"
-Julio Chevalier
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