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Solemnidad del Corpus Christi

Desde que dimos por concluido el periodo pascual hemos tenido la ascensión del Señor, la fiesta de Pentecostés, la Santísima Trinidad y ahora el Corpus. Tanto la Ascensión como el Corpus antaño fueron 2 de los 3 jueves que brillaban más que el sol, pero ahora por facilitar la posibilidad de venir a Misa se han pasado al domingo siguiente. Y todavía nos queda la fiesta del Sagrado Corazón… Muchos momentos litúrgicos fuertes durante “el tiempo ordinario” …

Pero algunos pueden preguntarse: ¿Qué sentido tiene esta fiesta? ¿De qué manera es importante y afecta a nuestra vida de fe hoy? Pues depende de nosotros. Dicen que de lo que se come se cría. Yo comí mucha lengua de pequeño, por eso entiendo mejor algunas cosas… pero, ¿eso es verdad en nuestra vida de fe? ¿Se nota que comulgamos los domingos, e incluso diariamente algunos? ¿Nos convertimos en lo que comemos? ¿O la rutina nos ha hecho caer en la monotonía y hemos dejado de valorar la importancia de la Eucaristía para la Iglesia, para todos y cada uno de nosotros? ¿creemos que Jesús, su cuerpo, su sangre, alma y divinidad están presentes en ese trozo de pan, en cada partícula por minúscula que sea? ¿Lo creemos de verdad, o pensamos que es solo una forma de hablar? Si creemos simplemente lo segundo, estamos perdiendo el tiempo. Vosotros y yo.

De lo que se come se cría. ¿es verdad también en nosotros? ¿Somos Cristo para los demás? ¿Somos su cuerpo y su sangre? Con su ascensión, sus discípulos, la Iglesia, NOSOTROS, asumimos el papel de ser el cuerpo de Cristo. Como lo he repetido varias veces estas últimas semanas, recordando a Santa Teresa de Ávila, Cristo no tiene más manos que las nuestras, más pies que los nuestros, más ojos que los nuestros… y quiere dejárselo claro a sus discípulos YA desde el principio. “DADLES VOSOTROS DE COMER”, hemos leído en el Evangelio. Haced algo vosotros al respecto. No me vale con que seáis conscientes de una necesidad. No me vale con que me lo digáis a mí. Haced algo al respecto. DADLES VOSOTROS DE COMER. Ahora sois mi cuerpo, sois mis pies, sois mis manos. DADLES VOSOTROS DE COMER. No pongáis como excusa vuestra mediocridad. No digáis solo tenemos 5 panes y 2 peces. Yo me encargo de las multiplicaciones. Yo haré casi todo, pero necesito vuestro casi nada.

Pero este no es el único mandato que recibimos de Jesús hoy. Además, y antes, de ese DADLES VOSOTROS DE COMER nos pide otra cosa: HACED ESTO EN MEMORIA MÍA. Nos pide que seamos personas de memoria. La memoria es importante para un cristiano. El tesoro más importante de nuestra fe, la Eucaristía, la presencia real de Cristo en un trozo de pan, es fruto de un mandato de hacer memoria, de recordarle. ¿Por qué es tan importante la memoria? Porque la memoria hace presente lo recordado. No lo haré, porque pensareis que os quiero quitar la cartera, pero si yo os pidiese que cerraseis los ojos y recordaseis un momento importante, o feliz, de vuestra vida, y os pido que tratéis de recordar el ambiente, los ruidos, los olores que rodeaban a ese momento, seguro que reviviríais ese momento, que, de alguna manera, volveríais a sentir las mismas sensaciones. Pues si eso es verdad en el plano material, cuanto más lo es en el plano espiritual, cuando ponemos a Dios en la ecuación. Porque Dios no está atado ni al tiempo ni al espacio, y cuando lo recordamos, se hace presente, porque Él está en el eterno presente. Cuando Dios nos ha dado una experiencia de fe profunda en algún momento de nuestra vida, no ha sido para ese momento en concreto únicamente, sino que nos lo ha dado para siempre, para cada vez que lo recordemos, para cada vez que hagamos memoria.

De lo que se come se cría. Pidamos al Señor que eso sea verdad también en nuestra vida. Pidámosle fe para reconocerle VERDADERAMENTE Y REALMENTE en ese trozo de pan y, habiendo recibido su cuerpo y su sangre, nos convirtamos en su cuerpo para hacer algo para aliviar el sufrimiento de los demás, para aliviar su hambre. Y escuchémosle a ÉL en nuestro corazón diciéndonos: “DADLES VOSOTROS DE COMER”, Y “HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA”.

Autor: P. Jaime Rosique msc

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