
Ss. Trinidad
La filosofía nos ha habituado excesivamente a la idea de un Dios abstracto, considerando el misterio de la Trinidad casi como a una formula matemática: tres en uno. A resulta un Dios impasible, perfectísimo, en resumen indiferente a nuestro destino humano. El Dios relojero que puso en marcha el mundo y deja que siga su curso…La revelación bíblica nos da una imagen totalmente distinta.
Cuando Dios crea al hombre dice estas palabras: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra…Creo, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó… Sed fecundos y multiplicaos”. Aquí ya se insinúa el misterio de la Trinidad en Dios. Si el ser humano imagen de Dios es un varón y una mujer que amándose engendran un tercero, Dios no puede ser un ser solitario sino una familia: la Trinidad. Pero una familia tan unida que el uno está en el otro de tal manera que son UNO.
Una pálida imagen que encontré hace tiempo y me gusto es la siguiente. El congreso de la Asociación American de Astronomía, celebrado a principios del año 2026, divulgó que, gracias al telescopio espacial Hubble, se ha podido comprobar que la estrella polar, punto de referencia para los navegantes, que siempre señala el norte, no estaba sola. En realidad eran tres estrellas: había otra más pequeña, que orbitaba alrededor de la principal y, todavía otra, que tenía su orbita por encima de las otras dos. Vistas desde la tierra, parecían una sola, porque sumaban su respectivos resplandores pero, vista más de cerca, se comprobaba que eran tres. ¡Qué descubrimiento tan útil para darnos a entender como es Dios!
Un solo Dios, una sola naturaleza divina, pero con tres Personas en su interior. Todo lo que hace Dios hacia afuera, nos parece como obra de Dios Uno. Pero a medida que nos acercamos a El y podemos contemplar su intimidad, descubrimos, no solo la existencia de tres personas divinas, sino también que hay una relación entre ellas. A partir de los datos que nos va dando el Nuevo Testamento, de manera dispersa, hemos convenido en atribuir a Dios Padre la obra de la Creación, de la que nos habla la primera lectura del libro de los Proverbios; a Dios Hijo, la obra de la “justificación” por su sacrificio de la muerte en cruz, de la que nos habla la segunda lectura de Pablo a los Romanos, y al Espíritu Santo la obra de santificación, es decir, de nuestra participación en la misma vida de Dios uniéndonos al Hijo.
“A Dios nadie lo ha visto jamás”, nos dice san Juan en el prólogo de su evangelio. Pero Jesucristo, Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien nos lo ha revelado. El es el telescopio Hubble que nos ha revelado la intimidad de Dios. Y así una vez que nosotros hemos tenido noticia de ello, intentamos elevarnos, tomando ese mismo telescopio, para contemplar esa riquísima esencia del interior de Dios y gozarla en la oración.
Creados por amor, por Dios que es Amor, nos ponemos a orbitar, también nosotros en ese circuito amorosos, como hijos en el Hijo y relacionándonos con los demás seres humanos, instaurando también aquí en la tierra nuestra convivencia basada en el amor fraterno.
Autor: P. Javier Barrio, msc