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Todos los Santos

(Ap 7, 2-4. 9-14 / Sal 23, 1-2. 3-4ab. 5-6 R / 1Jn 3, 1-3 / Mt 5,1-12a)

El primer mensaje, que Gandhi describió como «las palabras más elevadas que la humanidad haya oído jamás», es precisamente el que resuena en nuestras asambleas litúrgicas de hoy, Solemnidad de Todos los Santos, y que, en su primera proclamación pública, resonó desde una de las colinas de Cafarnaúm en las cálidas palabras de nuestro Maestro. Si hubiéramos tenido la Gracia de estar presentes entre «las multitudes» de las que escribe el Evangelista, habríamos oído nueve veces la repetición de esta palabra hebrea אַשְׁרֵי (Ashrei) que traducimos como «dichoso» pero que tiene un significado más profundo. ‘Ashrei’, feliz, no evoca sentimientos, sensaciones o estados de ánimo. Tampoco significa paz, tranquilidad o satisfacción. Sino que tiene que ver, en general, con algo dinámico y, en nuestro caso concreto, con relaciones dinámicas. «Bienaventurados» o mejor “felices” son aquellos que caminan en la voluntad de Dios para mostrarnos que hay otra vida, la Eterna, la Verdadera, y que, para ello, brillan proféticamente por las calles del mundo como las estrellas del cielo. Por eso, Jesús dirá al final: «bienaventurados seréis cuando os insulten, os persigan, digan mal de vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque será una bendición para todos vosotros». Claro que sabemos que se sufre para no ser comprendido, para no ser querido, aceptado, deseado; ¿a quién le gustaría eso? A nadie, ¡ni siquiera a Jesús! Sin embargo, el mal sólo puede vencerse así. Sólo quien es feliz consigo mismo -a pesar del dolor y del sufrimiento- puede vencer el mal. Sólo quien lleva consigo al Señor puede caminar feliz entre las sombras de la humanidad. Dice Ermes Ronchi:

«Los hombres de las bienaventuranzas son la bendición de Dios para la tierra. Si eres pobre, humilde, perseguido, misericordioso, puro, los pasos de Dios son tus pasos. La gloria del Señor camina detrás de ti, en tu camino llevas al Señor; ésa es la bendición. El Señor viene detrás de ti, viene como pan, como luz, como libertad y felicidad. El Señor camina».

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