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V Domingo del Tiempo de Cuaresma

«El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres». Así nos sentimos los Misioneros del Sagrado Corazón, que es exactamente lo que se proclama en el Salmo de este V Domingo de Cuaresma. 

Ese mismo Dios, que como nos recuerda el profeta Isaías en la primera lectura, «abrió camino en el mar y una senda en las aguas impetuosas», nos dice que «algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?». Sí que lo notamos. El Señor nos ha concedido la dicha de tener un santo en nuestra congregación, el primer santo también para la Iglesia particular de Papúa Nueva Guinea. 

En un momento en el que la Iglesia parece mermar en exceso. En un momento en el que Dios ha desaparecido de muchos lugares de la sociedad. Algo nuevo ya ha brotado, ¡lo notamos! El Decreto que el Papa Francisco ha firmado dando vía libre a la canonización del laico MSC Peter To Rot, ha hecho que para nuestra misión el Señor haya puesto «agua en el desierto, corrientes en la estepa, para dar de beber a mi pueblo elegido (nosotros)».

En la segunda lectura, San Pablo habla a la comunidad de Filipos, de una manera muy parecida a como lo hacía Peter To Rot a la comunidad de la misión de Papúa, que, por cierto, era laico, casado y padre de tres hijos. San Pablo dice que, aunque ha sido «alcanzado por Cristo», no ha conseguido nada, no es perfecto, es más, sigue en búsqueda para conocerlo mejor a Él «y la fuerza de su resurrección». Peter también fue tocado por el Señor y, aun cuando el ejército japonés de la II Guerra Mundial prohibió cualquier actividad religiosa y comenzó a fomentar la poligamia para ganarse a los líderes locales, él se mantuvo fiel a las enseñanzas de Jesús, defendiendo con gran fuerza el matrimonio católico y el sacramento mismo. Por ello, fue martirizado. Él también, como San Pablo, se lanzó «hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, hacia el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús».

¿Cómo te llama Dios a ti hoy? También las personas laicas son llamadas por Dios, animadas a ir hacia adelante, independientemente de la opción de vida escogida. Desde el matrimonio, desde la maternidad o la paternidad, como miembros de una Iglesia doméstica, como joven, también desde la opción de una vida en solitario, todas ellas en su propio ambiente, de hogar, profesional… pero, eso sí, nos pide que la mantengamos en coherencia con el Evangelio. 

Es esa coherencia la que Jesús pide y nos enseña en el Evangelio. «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». Esto le dice a quienes acusan a una mujer de adulterio a la que quieren lapidar según la ley de Moisés. Es una nueva forma de poner a prueba a Jesús por parte de los escribas y fariseos. Quieren ver hasta dónde llega su misericordia y si finalmente también caerá en la trampa de juzgar a una persona, para terminar condenarla. Lejos de caer en la trampa que le están tendiendo, Él les interpela directamente a ellos. Y es cierto, ¿quién no ha hecho algo que estaba mal? ¿Quién no ha pecado alguna vez?

Visto así, podríamos pensar que como también pecamos, dejémosla ir, cada cual tiene lo suyo. Pero Jesús, lo que busca es la reflexión. No quiere actitudes hipócritas. Por eso le pregunta que «¿dónde están tus acusadores?», dejando en evidencia la falta de coherencia de aquellos hombres. «Yo tampoco te condeno». Su misericordia fue puesta a prueba y vuelve a salir triunfante. Jesús perdona. A eso vino al mundo y para eso murió en la cruz tras su Pasión. 

Lo que espera por nuestra parte, es un arrepentimiento. Un propósito de enmienda verdadero y real. Por eso, luego es a la mujer a la que interpela, porque no le dice que se vaya, sin más. No queda todo en el ‘buenismo’ del “pobrecita, si todos pecamos, que se vaya tranquila”. No. No será Jesús el que le diga: “Vete, si todo el mundo peca”. Será un «anda, y en adelante no peques más».

Jesús rechaza cualquier actitud que nos aleje de Dios. Esa es una definición sencilla de pecado. Puedes pensar cuántas cosas te alejan a ti de Dios. Qué cosas, actitudes, acciones, pensamientos… te desconectan de Él. Todo aquello que no cabe en la oración personal. Las cosas de las que no te gustaría hablar en un diálogo en confianza, relajado, en un ambiente de amistad sincera. Por el contrario, eso mismo es lo que sí le contarías esperando su perdón. De lo que hablarías y te arrepentirías esperando el perdón cuando quieres recibir el Sacramento de la Reconciliación en la confesión.

Peter To Rot, que defendió con su propia vida el Sacramento del Matrimonio, le habría dicho lo mismo a esta mujer sorprendida en adulterio. Puesto que lo hizo con los hombres que practicaban la poligamia en su comunidad. Él les mostró el camino de un matrimonio santo. Les hizo ver lo que les acercaba a Dios y, por defenderlo, fue ejecutado.

Su martirio es el mejor testimonio de coherencia en la fe, un ejemplo y un acicate para que sigamos este camino cuaresmal, para que ‘en adelante no pequemos más’.

Autor: Javier Trapero, laico msc

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