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VIII Domingo del Tiempo Ordinario

Pues quiero sorprenderles, queridos hermanos, con una experiencia más sorprendente que la comparación con la que empieza el evangelio de hoy: yo fui guiado, y con mucha habilidad, por un ciego para atravesar un puente de madera. Estaba en la misión de Paraguay, había llovido mucho durante la noche y a la mañana siguiente me pidieron ir a visitar a una enferma de la comunidad Virgen del Encuentro allá por Natalio (Itapúa). Fui caminando como unos 10 km para atender a esta señora y acompañar a la familia y poco antes de llegar a la casa de la enferma, el arroyo, que cruzaba el camino, se había desbordado y “tapaba”, por el agua turbia por la lluvia pasada, el pequeño puente de madera que había para atravesarlo y, además, con la crecida, se había llevado algunas maderas que me impedía poder atravesarlo, porque no veía el puente y me sentía inseguro. Desanimado me regresaba a la parroquia y me acerqué a la casa donde vive D. Antonio, ciego por problemas de presión ocular. Me dijo que él, encantado, me ayudaría a cruzar el arroyo por el puente, que lo conocía muy bien y que lo podremos pasar. Dicho y hecho, así lo hicimos y pudimos llegar a rezar por esa hermana de comunidad. Es una experiencia que me emocionó gratamente y que no olvidaré nunca y esto ya sucedió hará ya veinte años. Lo he recordado muchas veces en mis homilías y reflexiones.

¿Discípulos? ¿Maestros? En definitiva, hermanos de comunidad en donde cada uno con sus defectos, pero también con sus dones, podemos crear comunidad, ayudarnos cada uno desde lo que somos y tenemos y seguir construyendo el Reino de Dios. Queremos mucho mirar qué hace el otro para juzgar y criticar y sentirnos mejores que ellos, pero en verdad esa nuestra forma de ser esconde una actitud de inseguridad, y también de orgullo, que no es nada buena. ¡Qué bueno encontrar posibilidades en lo que parece no tenerlas para desarrollar capacidades y así sentirnos útiles y colaborar para que personalmente y como comunidad todo vaya mejor para todos! Yo llegué a visitar a esa hermana que necesitaba celebrar los sacramentos de la fe y lo hice gracias a uno que podía ver más allá de su limitación física para poder hacer un bien y poder hacerlo de la mejor manera posible.

Bueno, de parte mía también fue importante fiarme de mi tocayo, confiar en él y ver sus capacidades, dejarle que me ayude y dejar que ponga sus otras capacidades al servicio para ayudarme y para el bien de la comunidad, no sólo de esa familia, porque lo que se hace con uno se hace con todos. Cuando se trata de construir, animar, hacer el bien… hay que dejar que fluya espontáneamente, no negarse por “no molestar” (porque el otro estará haciendo sus trabajos) y así que se den buenos frutos y que la bondad se haga visible en nuestras comunidades y en nuestras vidas. El gesto dio de qué hablar, por supuesto, porque el cura fue caminando a atender a quien le necesitaba, pero no fue solo y fue ayudado por otro de la comunidad para poder salvar siempre las buenas acciones (yo ya me regresaba desanimado por el camino), que las malas acciones, otros intereses, ya nos las recuerdan muy a menudo. Creo que también fue un lindo gesto de comunidad: no se trata de hacer las cosas yo solo, sino en comunidad y como buenos vecinos, que de este modo salen las cosas mejor.

“De lo que rebosa el corazón, habla la boca”. ¡Pobres! ¡Cuántos hermanos nuestros están tan heridos que sólo sale de su corazón mala sintonía con los demás! Y no sólo salen con ofensas, sino también el agobio, la tristeza, la desesperanza, las dificultades de cada día, la soledad… llenan tanto su espíritu que no pueden ver otra forma de vida. Sí, es verdad que la vida en ocasiones se pone muy cuesta arriba, pero también es cierto que mucho depende de cómo queramos mirar las cosas. Si sólo vemos al prójimo como una molestia, un objetivo para mi ironía o incapaz de algo, siempre estaremos criticando; pero si vemos al otro como un hermano, como alguien que puede aportarme algo y yo a él, seguro que las relaciones cambiaran y mi forma de hablar también, además seré capaz de transmitir energía positiva y válida a los demás. ¡Que la gracia de Dios nos habilite y nos dé capacidad de reconocer nuestras posibilidades más allá de nuestras limitaciones!

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