
Miércoles de Ceniza
Piezas musicales sugeridas:
Alessandro Scalatti, Exaltabo te Domine, José Maurício Nunes García, Immutemur habitu
El itinerario cuaresmal comienza con el Miércoles de Ceniza, en el que el evocador rito de la imposición de la ceniza es un momento de fuerte valor simbólico.
Aunque la característica principal de la liturgia de la Ceniza es el aspecto penitencial, el texto del Ofertorio, tomado del Salmo 30 (29), es más bien un himno a la misericordia divina. Los dos aspectos, por supuesto, no pueden separarse: al contrario, es de la Gracia de Dios de donde nace la invitación misma a la reconciliación y la capacidad del hombre para acercarse al misterio de Dios. Esta profunda aspiración se traduce eficazmente en música en la versión de Alessandro Scarlatti (1660-1725) del Exaltabo te.
Célebre músico de la escuela barroca napolitana, padre del igualmente célebre clavecinista Domenico Scarlatti, Alessandro es recordado sobre todo por su producción profana, en particular en el campo de la ópera. Sin embargo, su talento le permitió expresarse con igual eficacia en un campo muy diferente, como es el de la polifonía «a cappella». Dado que, debido al carácter penitencial de las celebraciones cuaresmales, era habitual que se prohibiera el uso de instrumentos musicales en las liturgias de esta época, el canto sin acompañamiento se consideraba a menudo la opción preferida.
La primera selección del motete de Scarlatti adopta un estilo inspirado en la polifonía renacentista, con largas líneas melódicas y una amplia vocalización, especialmente en la palabra «Domine». Las voces se unen en la palabra «quoniam», repetida dos veces por todo el coro en un ritmo dactílico (es un pie compuesto por una sílaba larga seguida de dos breves) intercalado con una pausa; la palabra «delectasti» parece sugerir realmente un «deleite», un disfrute musical, mientras que «inimicos meos» se interpreta con una cadena de notas cortas declamadas por todo el coro en el mismo ritmo. La invocación al Señor («Domine») retoma el ritmo dactílico precedente, y es presentada por todas las voces juntas, a excepción de la contralto, que se anticipa a las otras tres, mientras que otro caso de eficaz representación musical se encuentra en la palabra «clamavi», cuya apasionada invocación es interpretada con atormentados movimientos cromáticos; esto es contrarrestado por «sanasti», en la que en cambio estas dimensiones se funden con un simbolismo muy eficaz.
En contraste con el énfasis del pasaje anterior en la Gracia divina, el texto de la Antífona Immutemur habitu, utilizada precisamente durante la imposición de la Ceniza, es intensamente penitencial, y se inspira en un pasaje del libro del profeta Joel.
La versión que presentamos aquí es la que compuso José Maurício Nunes García (1767-1830), un compositor fascinante y poco conocido que fue prácticamente contemporáneo de Beethoven, pero que nació y vivió en América.
Brasileño, de Río de Janeiro, Nunes García procedía de una familia negra. Perdió a su padre muy joven; sin embargo, al percibir su talento musical, su madre le permitió continuar sus estudios, lo que le llevó a convertirse en un gran compositor y en un sacerdote popular.
Su composición, como la de Alessandro Scarlatti, también es para coro a cappella de cuatro voces: aquí, sin embargo, casi toda la pieza se canta en una homofonía sobria y severa, en la que todas las voces parecen más declamar el texto que cantarlo realmente. Los frecuentes contrastes dinámicos entre forte y piano añaden dramatismo y patetismo a la composición, impregnada de un espíritu intensamente contrito: en las palabras «ante Dominum», «ante el Señor», el pianissimo prescrito por el compositor parece realmente una «humillación» musical ante el Todopoderoso. Esta esencialidad extenuada se desvanece un poco al final de la pieza, en la que la última invocación a Dios («Deus») parece casi ofrecer esperanza, un estallido de belleza y lirismo que se pliega suavemente en el último acorde.