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Segundo Domingo de Cuaresma 

Piezas musicales sugeridas:

Rheinberger, Meditabor in Mandatis tuis (op.133,n.2), Bettinelli, Intellige clamorem meum

El segundo y tercer domingo de Cuaresma constituyen un periodo de intenso recogimiento y meditación. Los textos litúrgicos musicados por los autores que presentamos son los del Misal Romano en una hasta la reforma litúrgica del Vaticano II, que inspiró a generaciones de músicos y compositores. 

En el segundo domingo de Cuaresma, la belleza de la Transfiguración (Mt 17,1-9) anima a los discípulos en su camino hacia el escándalo de la Pasión de Cristo. En el Proprium del domingo siguiente, no por casualidad llamado «Oculi» por el incipit de su Introito, volvemos a encontrar la presencia de temas relacionados con la vista, con la contemplación del misterio. 

El texto del ofertorio del segundo domingo de Cuaresma está tomado de un fragmento del Salmo 118 en la versión Vulgata; aquí, el aspecto penitencial de la Cuaresma parece pasar a un segundo plano frente a la contemplación, en la que el creyente medita en los mandamientos de Dios y se regocija en su belleza. 

Joseph Rheinberger (1839-1901), organista y compositor originario de Liechtenstein, pero que vivió principalmente en Alemania, expresó magistralmente estos sentimientos en una amplia gama de obras religiosas, entre las que se incluyen valiosas composiciones para órgano. Su Meditabor, que forma parte de una serie de cuatro motetes para seis voces, se abre precisamente en una atmósfera de recogimiento íntimo, con el coro cantando en pianissimo y sobre acordes eufónicos entonados por el coro en homofonía. 

La dinámica y la extensión se abren en la palabra «valde», mientras que los compases siguientes se musicalizan con una técnica que recuerda a los antiguos «coros rotos» (dos coros opuestos que se responden y entrelazan en un juego siempre cambiante). La repetición del texto ya cantado permite a Rheinberger destacar otros significados de las palabras propuestas, mientras que la imagen del «levare le mani» ante los mandamientos divinos se pinta discretamente, utilizando una puntuación de notas repetidas. Introducido por la contralto. En las palabras «ad mandata tua», la tonalidad cambia de re menor a re mayor; esta transición está acentuada por el «piano dolce» con el que el compositor indica el pasaje, y ce marca un marcado cambio de atmósfera. 

Aunque seguirá habiendo momentos de tensión, un cromatismo complejo y arduo, y la construcción de un gran clímax final (que luego da paso a la ternura de la conclusión, una vez más recogida y compuesta), la alegría que se desprende de la contemplación de los mandamientos de Dios será el rasgo distintivo de esta segunda parte de la composición. 

Una atmósfera no demasiado diferente, a pesar de la diferencia de estilos musicales, impregna la Communio del segundo domingo de Cuaresma, Intellige clamore meum, compuesta por Bruno Bettinelli (1913-2004), compositor italiano que formó a muchos de los más importantes músicos italianos contemporáneos y tuvo el mérito de recoger numerosos cantos populares de la tradición oral, al tiempo que desarrollaba una intensa actividad compositiva propia, particularmente centrada en la voz humana. La pieza comienza casi tímidamente, con las voces entrando poco a poco, casi estratificándose. La interpretación musical de la segunda frase («intende voci orationis meae») es de una belleza notable, en la que todas las voces se sitúan en el registro más grave, para luego subir lentamente de tono mediante complejas modulaciones y armonías audaces, típicamente del siglo XX por su clara inteligibilidad del discurso polifónico. 

El último verso ofrece al compositor la oportunidad de abrir el discurso musical, creando un ápice expresivo y un clímax; sin embargo, la pieza termina suavemente con la repetición de la palabra «Domine», «Señor», con la que la música se apaga.

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