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Quinto domingo de Cuaresma

Pieza musicale sugerida:

Leo, Judica me

El quinto domingo de Cuaresma se llamó durante mucho tiempo «Domingo de la Pasión». En esta ocasión tenía lugar la liturgia de la Pasión, reservando el Domingo de Ramos para la entrada de Jesús en Jerusalén. 

El quinto domingo de Cuaresma también se conoce como «Judica», debido de nuevo a la palabra inicial de su Introito. Sobre un texto tomado del Salmo 43 (42), que es una súplica dirigida a Dios por el justo perseguido, que expone su causa ante Aquel que escruta las mentes y los corazones, este Introito hace de los cantores la voz de Cristo, inocente y sufriente, e invita a los oyentes a una profunda identificación con el misterio de la Pasión. Proponemos escuchar este Introito en la versión de Leonardo Leo (1694-1744). 

De origen apulense, Leo estudió en el célebre Conservatorio della Pietà dei Turchini de Nápoles, una institución benéfica que ofrecía una formación musical de primer orden a numerosos jóvenes de familias pobres. Leo alcanzó la fama sobre todo gracias a su producción operística, especialmente en el ámbito de la ópera bufa; sin embargo, sus composiciones en los ámbitos serio y sacro son también muy apreciadas, debido también a un estilo más reservado y menos enfático que el típico de otros compositores del Barroco napolitano.

Su Judica es un buen ejemplo de estas características: hay, en efecto, un amplio abanico de emociones y «afectos», o sentimientos, pero todos están expresados de manera compuesta y eficaz, convincente por su intensa sobriedad. El pasaje se abre de forma solemne: gracias también al acento entrecortado, la invocación «judica» adquiere considerable patetismo e intensidad. Sobre la palabra «discernir» encontramos una polifonía intensa y densa, que parece casi adumbrar la actividad misma del «discernimiento», en la que la inocencia de los justos debe evaluarse en medio de mil voces contrastadas. 

La representación del hombre injusto se hace con procedimientos musicales tortuosos, que parecen ser el equivalente musical del proceder oblicuo del deshonesto. La palabra «eripe», explotando de nuevo su acentuación natural, es cantada en homofonía por todas las voces juntas, lo que le confiere un gran vigor e intensidad expresiva. La repetición del texto, desde el principio, permite al compositor volver a subrayar ciertos conceptos con matices diferentes; encontramos cierta dulzura en las palabras «et discerne», mientras que «judica» es aquí más suplicante y menos perentoria que antes. Al describir al enemigo de los justos, León opta ahora por hacer mayor hincapié en la palabra «dolorosa», que se interpreta con armonías complejas y dolorosas. Se hace especial hincapié en las palabras «quia tu es Deus», una afirmación confiada de entrega al poder benigno de Dios, una profesión de fe que expresa la serenidad del justo; mientras que en las palabras «et fortitudo», León crea un sistema de acentos cuidadosamente estudiados para dar una fuerte impresión de poder, estabilidad y vigor. 

El lenguaje del barroco napolitano, por lo tanto, en manos de Leo se convierte en un instrumento dúctil y conmovedor para introducir eficazmente a los oyentes en la atmósfera del tiempo de la Pasión, que ya pueden vislumbrar y en la que el antiguo rito del quinto domingo de Cuaresma ya les había situado; una contemplación seria y conmovedora al mismo tiempo, que ayuda a involucrar tanto el corazón como la mente de aquellos que son guiados por el compositor en la belleza ritual del misterio pascual.

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