Ir al contenido principal

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario

(Lecturas: Sab 7, 7-11 / Sal 89 / Heb 4, 12-13 /Mc 10,17-30)

Por los caminos Jesús camina y encuentra. Encuentra personas a las que curar, como el sordomudo de Betsaida o Bartimeo, personas a las que acariciar y otras a las que estimular y animar. Como hoy: «se le acercó corriendo un hombre». Corre. Como quien tiene prisa, como quien tiene hambre, hambre de vida. El hombre sin nombre (el nombre sofocado por el dinero) está a punto de afrontar un gran riesgo: interroga a Jesús para saber la verdad sobre sí mismo, y no podrá soportarla.

Es un gran riesgo, pero también una gran fortuna, que alguien destape el pozo de nuestras vidas y nos muestre quiénes somos en realidad. «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?». Una pregunta que también podríamos traducir como: «¿qué tengo que hacer para estar realmente vivo?». Y, fijaos, le llama Maestro, porque quiere aprender, ponerse en su escuela. «¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?», «¿qué debo hacer para recibir al Eterno en mi vida?».

Este joven es apasionado; está convencido, cree, se preocupa, va más allá. Necesitamos más gente así.
¿La vida real? Jesús responde con los mandamientos que, según decían los rabinos, son como el seto que bordea el camino hacia la felicidad, el camino hacia una vida bella, buena y satisfecha.
Y el joven atiza a Jesús y replica: todo esto lo he observado siempre. Pero no ha llenado mi vida. Y aquí sucede algo único, algo grandioso: lo que leemos en la traducción litúrgica de la Biblia como «Jesús lo miró con amor» en el texto original griego suena más profundo «Jesús lo mira y lo ama» (ὁ δὲ Ἰησοῦς ἐμβλέψας αὐτῷ ἠγάπησεν αὐτὸν). Estamos en el fundamento de todo: eres amado es el fundamento del cristianismo; amarás es la realización. Dios Ama, tú amarás. Esta es la manera de vivir dentro del tejido de la vida del Eterno. Para alcanzar la felicidad. Jesús lo ama. Ahora el rico tiene una experiencia estremecedora, siente la mirada de Jesús sobre él, se encuentra con sus ojos amorosos, puede naufragar en ellos. Y si tuviera que continuar el relato diría «ahora va tras él, ahora experimenta el encanto del Señor, no puede resistirse a esos ojos…». En cambio, la conclusión del relato va en la dirección que uno no espera: el rico se oscurece y se larga. Les dijo: «ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres». No por amor a la pobreza, sino por amor a los pobres.

Dos reglas ofrece el Evangelio sobre la riqueza, muy sencillas:

  1. No atesorar;
  2. Si tienes, tienes para compartir.

Jesús pide al hombre sin nombre una conversión: pasar de las cosas a las personas, de los beneficios a los rostros. Serás feliz si haces feliz a alguien; haz felices a los demás si quieres ser feliz.

Para descubrir el amor que Dios tiene reservado para nosotros, debemos amar a los demás.

Una figura, entre muchas en la Iglesia, que ha destacado y se ha distinguido por comprender el significado de formar parte de la Iglesia es Santa Teresa de Lisieux, una gran mujer y una gran santa. Aprendamos de ella la esencia del cristianismo a través de estas maravillosas palabras suyas:

«La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto de diferentes miembros, no podía faltarle el más necesario, el más noble de todos ellos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor.
Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre…
Comprendí que el amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y lugares… En una palabra, ¡que el amor es eterno…!
Entonces, al borde de mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío…, al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor…!»

Santa Teresa de Lisieux, Manuscrito «B»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *