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Epifanía del Señor

Hoy celebramos la Epifanía, la fiesta de los Reyes Magos, como se le conoce popularmente.

La palabra Epifanía significa Revelación de Cristo, del Mesías, como Teofanía significa revelación de Dios. Ejemplos de Teofamía sería la zarza ardiente que habló a Moisés o el momento de la entrega de los 10 mandamientos. Y en 3 semanas vamos a tener 3 manifestaciones de Jesús. La primera, cuando nació a los pastores, luego, a los 8 días en la circuncisión, revelándose como luz de las naciones, y hoy, en esta fiesta a los reyes, que representan al mundo entero. El próximo domingo, volveremos a escuchar una epifanía en el bautismo al pueblo judío.

De la actitud de los Reyes Magos podemos aprender muchas cosas. Primero esa actitud de fe, esa actitud de búsqueda, se ponen en camino. No se rinden ante las dificultades, cuando se encuentran perdidos, buscan y preguntan, reconocen a Dios en lo humilde, en lo pequeño, no se dejan engañar por las apariencias y su encuentro con el niño les cambia, volvieron a casa por otro camino. Y nosotros, ¿nos dejamos transformar por el encuentro con el Señor? ¿O dejamos que nuestra vida siga igual, hasta la próxima Navidad? 

Todos podemos y debemos ser como los magos de oriente, ¿de qué manera? Permitidme compartir con vosotros una historia que tal vez conozcáis, pero creo que es reveladora de lo que Dios espera de nosotros: Se cuenta que había un cuarto Rey Mago (ARTABÁN), que también vio brillar la estrella sobre Belén y decidió seguirla. Como regalo pensaba ofrecerle al Niño un cofre lleno de perlas preciosas. Sin embargo, en su camino se fue encontrando con diversas personitas que iban solicitando de su ayuda.

Este Rey Mago las atendía con alegría y diligencia, e iba dejándoles una perla a cada uno. Pero eso fue retrasando su llegada y vaciando su cofre. Encontró muchos pobres, enfermos, encarcelados y miserables y no podía dejarlos desatendidos. Se quedaba con ellos el tiempo necesario para aliviarles sus penas y luego procedía su marcha, que nuevamente era interrumpida por otro desvalido. Sucedió que cuando por fin llegó a Belén, ya no estaban los otros Magos y el Niño había huido con sus padres hacia Egipto, pues el Rey Herodes quería matarlo. El Rey Mago siguió buscándolo, ya sin la estrella que antes lo guiaba.

Buscó y buscó y buscó… y dicen que estuvo más de treinta años recorriendo la tierra, buscando al Niño y ayudando a los necesitados. Hasta que un día llegó a Jerusalén justo en el momento que la multitud enfurecida pedía la muerte de un pobre hombre. Mirándolo, reconoció en sus ojos algo familiar. Entre el dolor, la sangre y el sufrimiento, podía ver en sus ojos el brillo de la estrella. 1Aquel miserable que estaba siendo ajusticiado era el Niño que por tanto tiempo había buscado!

La tristeza llenó su corazón, ya viejo y cansado por el tiempo. Aunque aún guardaba una perla en su bolsa, ya era demasiado tarde para ofrecérsela al Niño que ahora, convertido en hombre, colgaba de una Cruz. Había fallado en su misión… 

Y sin tener a dónde más ir, se quedó en Jerusalén para esperar que llegara su muerte.

Apenas habían pasado tres días cuando una luz aún más brillante que la de la estrella, llenó su habitación. ¡Era el Resucitado que venía a su encuentro! 

El Rey Mago, cayendo de rodillas ante Él, tomó la perla que le quedaba y extendió su mano mientras hacía una reverencia. Jesús le tomó tiernamente y le dijo:

“Tú no fracasaste. Al contrario, me encontraste durante toda tu vida. Yo estaba desnudo, y me vestiste. Yo tuve hambre y me diste de comer. Tuve sed y me diste de beber. Estuve preso, y me visitaste. Pues yo estaba en todos los pobres que atendiste en tu camino. 

¡Muchas gracias por tantos regalos de amor, ahora estarás conmigo para siempre, pues el Cielo es tu recompensa!

¿Nos parecemos en algo al cuarto Rey Mago? ¿Es nuestra actitud en la vida de fe la misma que la de los 3 Reyes Magos oficiales? ¿Reconocemos en el otro, en el pequeño, a Cristo? ¿Hacemos algo por aliviar sus problemas y necesidades? No hace falta ser rico, basta con ser generoso. Hace unos meses leí un artículo en la Vanguardia sobre un joven de Madrid que compra pisos para los sintecho. Con 26 años, Se acaba de casar en septiembre y vive con su mujer en un piso que le han dejado unos amigos, pero ha comprado 2 pisos en Madrid en los dos últimos años para dar cobijo a personas sin hogar. El primero lo adquirió pagando una entrada de 30,000 euros, todos sus ahorros. Y para comprar el segundo pidió un préstamo personal del que todavía le quedan por devolver algo más de 60,000 euros. Por el momento, ya han pasado 13 personas por los pisos. Están el tiempo que necesitan hasta que encuentren trabajo, tengan cierta estabilidad y puedan hallar un lugar mejor, más espacioso. Afirma que ayudar a los demás es lo que le da la vida. Dice, y cito textualmente: “De la misma manera que no dejaría que mis padres o mi hermano vivieran en la calle, pues con estas personas igual. Son mis hermanos, aunque no de sangre. Lo que él hace, asegura, no tiene nada de especial. Yo me voy a morir en 30,40 o 50 años y no me voy a llevar nada conmigo.

Sigamos pues el ejemplo del cuarto rey mago, sigamos el ejemplo de este joven y busquemos como poner nuestros talentos, nuestras capacidades, al servicio de los demás. Dicen que nuestros dones, nuestros talentos, son el regalo que Dios nos hace, y lo que hacemos con esos talentos, es el regalo que le hacemos a Dios. Y tú ¿qué regalo le vas a hacer a Jesús?

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